Corría la década del 50 cuando Antonio y Eduardo Alayian, dos hermanos jóvenes y decididos, levantaron las persianas de un pequeño taller de reparación en Berisso. Con más ganas que recursos, pusieron en marcha un proyecto sostenido por la certeza de que, con esfuerzo, se podía construir algo que perdure. No había manuales ni atajos, solo herramientas sobre la mesa, compromiso, y una manera muy clara de entender el trabajo: hacerlo bien, y hacerlo con el corazón.
Con el paso del tiempo, el taller quedó chico. Y en los años 70, la historia sumó un nuevo capítulo: se inauguró nuestro primer local en la ciudad de La Plata, sobre calle 12 entre 62 y 63. Esa mudanza fue más que una ampliación física. Significó un salto en identidad, en presencia y en vínculo con una comunidad que empezaba a reconocernos como parte de su paisaje cotidiano. Alayian se fue ganando un lugar en la vida de muchas familias platenses.
La posta la tomaron luego Andrea y Eduardo (hijo), quienes aportaron su propia mirada y renovaron el impulso del negocio, sin apartarse nunca del espíritu con el que todo había comenzado. El negocio fue creciendo, acompañado por un gran equipo de personas: algunos que están desde hace décadas y otros que se sumaron más adelante, pero todos compartiendo la misma idea de que lo que ofrecemos no es solo un producto, sino una experiencia de compra cercana, con la confianza que solo se encuentra en los lugares de toda la vida.
Hoy, la tercera generación empieza a ocupar su lugar, con ganas de sumar, aprender y aportar una nueva mirada. Con el desafío de seguir creciendo sin perder la esencia, abriendo caminos sin olvidar de dónde venimos.
Las imágenes que acompañan este relato no son piezas de archivo: son testimonio vivo de una construcción colectiva. Desde la tierra removida durante las primeras obras, con Eduardo —padre e hijo— y Antonio cargados de orgullo por lo logrado, hasta las imágenes del salón, primero vacío y luego colmado de estantes, de historias, de personas. Son fragmentos que construyen identidad y reflejan un mismo hilo que atraviesa generaciones.
Alayian no nació de un plan trazado en papeles. Nació del trabajo, del tiempo y del vínculo con quienes nos rodean. Y es gracias a esa historia compartida, tejida con paciencia y perseverancia, que seguimos creciendo, adaptándonos y mirando hacia adelante. Porque esta historia, que empezó hace más de siete décadas, todavía tiene mucho por contar.